Cuando el fuego del entusiasmo se enciende, pasamos a tener un interés vivo por todo lo que queremos realizar. El ardor de querer hacer lo mejor de nosotros mismos se une a una alegría sin pretensiones y ligera, y sabemos persistir, aún cuando emergen dificultades. La actitud entusiasta nos vitaliza con un fuego creador y divino, y la energía está siempre presente para apoyarnos. El resultado es una perfecta entrega a nuestra esencia divina !!!
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